Tomás
Pérez Vallejo
Érase
que se eran, tres cerditos que vivían en el bosque. Todos ellos eran de alegre
ánimo, pero su felicidad se veía frustrada por la existencia de un lobo feroz
que atemorizaba a los pacíficos animalillos.
Por esta causa tomaron la decisión
de protegerse construyendo cada cerdito una casa. El primero de ellos la hizo
de paja, el segundo de madera y el tercero de ellos, más prudente, de ladrillo.
A todos nos han contado este cuento con su consabida moraleja final sobre la
importancia del esfuerzo y la previsión. Durante esta crisis nos han estado
contando una y otra vez el cuento del esfuerzo. ¡Que se hunde el Euro!, ¡qué se
hunde la banca!, ¡qué vienen los hombres de negro!, ¡que sube la prima de
riesgo!, ¡que no nos quieren los mercados!, y a cada voz apocalíptica nos
tocaba a los ciudadanos esforzarnos un poco más. Este esfuerzo ha sido fiscal,
laboral y en derechos.
Pero
todo este esfuerzo, ¿qué fin ha tenido? El Gobierno no para de pavonearse diciendo
que ya ha pasado lo peor, que las grandes cifras están saliendo para adelante y
que los capitales extranjeros se dan tortas por invertir en España, más que en
España diría que en su deuda pública. En fin, así nos lo cuentan.
Supongamos
que a partir de ahora todo va sobre ruedas, se vuelve a cifras de paro
asumibles, comienza a fluir el crédito, etcétera. Bajo ese supuesto, hemos de
preguntarnos si aquellos derechos que hemos dejado en el camino, aquel
“esfuerzo fiscal” que se nos ha aplicado, si el corsé que nos han impuesto
estirando como Mami en “lo que el viento se llevó” hasta salirnos las bolillas
de ojos por la presión, ¿volverá a aflojarse?, y, ¿volveremos a la situación
previa a la crisis?, o como dijo el poeta, esos no volverán.
De lo que sí estoy
seguro es que seguirán viniendo crisis periódicas, de hecho muchos economistas
piensan que actualmente estamos alimentando burbujas que explotarán sin
habernos recuperado de esta, pero los dirigentes siguen erre que erre
subyugados al capital, solucionando con el dinero de nuestro trabajo transfigurado
en impuestos los agujeros de los entes financieros, mimando a los mercados y
jodiendo al común. ¿Alguien recuerda ya aquellas palabras (verba volant) de
Sarkozy sobre la refundación del capitalismo cimentado en bases éticas y
partiendo de cero? O era una broma macabra, o alguien le tiró de las orejas. ¿Quién
pudo ser el corrector? Los jefes de los políticos, los que acto seguido a la
entronización, le hacen la llamada de turno, los mismos que llamaron a Zapatero
cuando hizo el viraje.
La pleitesía de la política al capitalismo podemos
simbolizarla en la vieja tradición que los reyes de Inglaterra que, desde el
siglo XI, han de cumplir cuando visitan la City de Londres, pidiendo permiso a
su Lord mayor para entrar en aquel territorio, en el centro económico mundial.
Dios, en forma de zarza flameante, tan solo le pidió a Moisés que descalzara
sus pies cuando pisó suelo sagrado, pero los Jefes son más estrictos cuando pisas
su terreno, e indudablemente menos magnánimos con la creación.
Vendrán
crisis y nuestra casa seguirá hecha de madera o paja si seguimos en manos de
los peones del lobo. Quizá algún día, si despertamos de los ensueños que nos
venden los ilusionistas, veamos el truco, su as en la manga, y juntos como
comunidad que se preocupa de las personas que le rodean, construyamos una
sólida Nación que soporte los temporales que puedan venir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario