De Luis Gómez
La
miopía política en España llega a veces a cotas insospechadas. Durante el final
de los años sesenta y principios de los setenta, muchas mega factorías
automovilísticas, o industrias internacionales de diverso calado, se ubicaron
en España. Ello era así por las ventajas que proporcionaba nuestro país con
respecto a otros de la vieja Europa. El franquismo estaba ya en plena
decadencia, y la estabilidad política, aunque incierta, se veía como posible.
Si
a eso le unimos los salarios bajos que se otorgaban en esos años. La cantidad
de tierra urbanizable para instalar las factorías, las ventajas que ofrecían
muchos ayuntamientos (eximir de pagar impuestos, luz, agua y alcantarillado
gratis durante cierto tiempo, etc) no es de extrañar que esas empresas se
decidieran por España.
La
gran mayoría se recolocó en Barcelona, Madrid, Vascongadas y la costa
levantina, pero también hubo otras muchas que prefirieron instalarse en las
comarcas del interior. Grandes firmas multinacionales, casi siempre del sector
del automóvil o de su canal de servicios, empezaron la busca de terrenos y
pueblos en donde instalar y depositar su fábrica.
Algunos
alcaldes de esos años, miopes en lo político hasta no poder más, negaron en los
plenos municipales la posibilidad de que esas fábricas se instalasen en las
localidades que ellos regían por orden del moribundo Franco. ¿La razón? Pues la
estupidez hecha política. En su escasez de perspectivas, estos prebostes creían
que la colocación de esas factorías absorbería toda la mano de obra del pueblo,
y con lo cual, sus campos, los campos de olivares, viñas o trigo de los que
vivía el pueblo desde hacía siglos, se quedaría sin mano de obra y por lo tanto
se perderían las cosechas.
Al
final, los pueblos vecinos son los que se quedaron con las empresas. Allí se
instalaron, y la gente del pueblo que rehusó la oferta, tuvo que trasladarse al
vecino para ir a trabajar en la nueva fábrica y poder así ganarse el pan -y muy
dignamente-, habría que añadir. El pueblo que
optó por dejar que su fábrica se instalase en su localidad, vio como no
sólo no se perdieron las cosechas agrícolas de toda la vida, sino que vieron
como sus infraestructuras urbanas y la calidad de vida de sus vecinos aumentaba
gracias a la instalación de la fábrica.
Este
viejo recuerdo personal, me lleva a analizar la perspectiva empresarial del
futuro de España con nuevos ojos. La crisis económica ha hecho que miles de
empresas tengan que echar el cierre y despedir a sus trabajadores.
Lo
lógico sería que se permitiese y se facilitase la creación de nuevas empresas,
fábricas o negocios en los pueblos y capitales españolas, pues se sabe que con
ellas viene algo más que el dinero de los trabajadores. Pero hete aquí, que
políticos miopes –como los viejos franquistas de antaño- se encabezonan en
hacer difícil esa posibilidad.
Los
políticos nacionalistas, una y otra vez, niegan a las fábricas la posibilidad
de establecerse en los territorios administrados por ellos. Los asustan con
leyes absurdas, (como la de multarlos si rotulan en español) con impuestos
abusivos (para sostener el gasto que los lujos de sus políticas nacionalistas
conllevan), les colocan cortapisas a sus futuras expectativas de negocio, (pues
les hacen sufrir dobles etiquetados), les mal disponen al mercado nacional, y
les acortan su existencia como negocio.
Todas
estas cuestiones, tan debatidas en otros foros, son los padecimientos normales
de los residentes en los “cortijos” nacionalistas periféricos de nuestra
patria, en donde el pequeño y mediano empresario, tan atado a sus
infraestructuras y naves industriales, como el agricultor a su tierra, ve con
tristeza el hecho de no poder hablar fuerte y claro sobre este asunto ante la
imposibilidad de salir huyendo de su ubicación física sin graves pérdidas
económicas, unido además por el temor de sufrir represalias físicas y
materiales si habla de ello con “extraños”.
Así
es de triste la miopía política de nuestros gobernantes. Separatistas catalanes,
vascos gallegos, campean a sus anchas sabiendo que los partidos mayoritarios
(PP, PSOE e IU) les necesitarán para poder gobernar y sacar adelante las leyes
nacionales. Ese chantaje es el que condiciona la política nacional de esos partidos,
y es por lo que hace falta, que un nuevo grupo político, como UNIDAD, rompa con
esa dinámica y plante cara a los sempiternos bipartidismos estúpidos y
estériles, que son los que han llevado a España a la ruina económica y moral
con sus tejes manejes.
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