martes, 24 de diciembre de 2013

Las políticas miopes de España. Las de antaño y las actuales



De Luis Gómez
 
La miopía política en España llega a veces a cotas insospechadas. Durante el final de los años sesenta y principios de los setenta, muchas mega factorías automovilísticas, o industrias internacionales de diverso calado, se ubicaron en España. Ello era así por las ventajas que proporcionaba nuestro país con respecto a otros de la vieja Europa. El franquismo estaba ya en plena decadencia, y la estabilidad política, aunque incierta, se veía como posible.

Si a eso le unimos los salarios bajos que se otorgaban en esos años. La cantidad de tierra urbanizable para instalar las factorías, las ventajas que ofrecían muchos ayuntamientos (eximir de pagar impuestos, luz, agua y alcantarillado gratis durante cierto tiempo, etc) no es de extrañar que esas empresas se decidieran por España. 

La gran mayoría se recolocó en Barcelona, Madrid, Vascongadas y la costa levantina, pero también hubo otras muchas que prefirieron instalarse en las comarcas del interior. Grandes firmas multinacionales, casi siempre del sector del automóvil o de su canal de servicios, empezaron la busca de terrenos y pueblos en donde instalar y depositar su fábrica.

Algunos alcaldes de esos años, miopes en lo político hasta no poder más, negaron en los plenos municipales la posibilidad de que esas fábricas se instalasen en las localidades que ellos regían por orden del moribundo Franco. ¿La razón? Pues la estupidez hecha política. En su escasez de perspectivas, estos prebostes creían que la colocación de esas factorías absorbería toda la mano de obra del pueblo, y con lo cual, sus campos, los campos de olivares, viñas o trigo de los que vivía el pueblo desde hacía siglos, se quedaría sin mano de obra y por lo tanto se perderían las cosechas.

Al final, los pueblos vecinos son los que se quedaron con las empresas. Allí se instalaron, y la gente del pueblo que rehusó la oferta, tuvo que trasladarse al vecino para ir a trabajar en la nueva fábrica y poder así ganarse el pan -y muy dignamente-, habría que añadir. El pueblo que  optó por dejar que su fábrica se instalase en su localidad, vio como no sólo no se perdieron las cosechas agrícolas de toda la vida, sino que vieron como sus infraestructuras urbanas y la calidad de vida de sus vecinos aumentaba gracias a la instalación de la fábrica.

Este viejo recuerdo personal, me lleva a analizar la perspectiva empresarial del futuro de España con nuevos ojos. La crisis económica ha hecho que miles de empresas tengan que echar el cierre y despedir a sus trabajadores.

Lo lógico sería que se permitiese y se facilitase la creación de nuevas empresas, fábricas o negocios en los pueblos y capitales españolas, pues se sabe que con ellas viene algo más que el dinero de los trabajadores. Pero hete aquí, que políticos miopes –como los viejos franquistas de antaño- se encabezonan en hacer difícil esa posibilidad.

Los políticos nacionalistas, una y otra vez, niegan a las fábricas la posibilidad de establecerse en los territorios administrados por ellos. Los asustan con leyes absurdas, (como la de multarlos si rotulan en español) con impuestos abusivos (para sostener el gasto que los lujos de sus políticas nacionalistas conllevan), les colocan cortapisas a sus futuras expectativas de negocio, (pues les hacen sufrir dobles etiquetados), les mal disponen al mercado nacional, y les acortan su existencia como negocio.

Todas estas cuestiones, tan debatidas en otros foros, son los padecimientos normales de los residentes en los “cortijos” nacionalistas periféricos de nuestra patria, en donde el pequeño y mediano empresario, tan atado a sus infraestructuras y naves industriales, como el agricultor a su tierra, ve con tristeza el hecho de no poder hablar fuerte y claro sobre este asunto ante la imposibilidad de salir huyendo de su ubicación física sin graves pérdidas económicas, unido además por el temor de sufrir represalias físicas y materiales si habla de ello con “extraños”.

Así es de triste la miopía política de nuestros gobernantes. Separatistas catalanes, vascos gallegos, campean a sus anchas sabiendo que los partidos mayoritarios (PP, PSOE e IU) les necesitarán para poder gobernar y sacar adelante las leyes nacionales. Ese chantaje es el que condiciona la política nacional de esos partidos, y es por lo que hace falta, que un nuevo grupo político, como UNIDAD, rompa con esa dinámica y plante cara a los sempiternos bipartidismos estúpidos y estériles, que son los que han llevado a España a la ruina económica y moral con sus tejes manejes.       

No hay comentarios:

Publicar un comentario